El proyecto ‘Venomics’ es una iniciativa financiada con fondos del Séptimo Programa Marco de la UE (con un presupuesto de 9,1 millones de €). Está compuesta por 8 socios privados y públicos que tiene el objetivo principal de explorar y explotar los venenos de los animales como un recurso para desarrollar medicamentos innovadores. ¿Se han vuelto locos o son unos genios?
La forma de proceder es sencilla: extraen el veneno de una de las más de cien mil especies de especies venenosas que existen en el planeta y examinan su composición. El equipo es capaz de trabajar con una gran cantidad de miniproteínas y, de esta manera, los venenos clasificados como «interesantes» se analizan con mayor detalle para el estudio de sus componentes. Después ensayan su utilidad para la práctica médica.
Generalmente los venenos suelen contener neurotoxinas que atacan el sistema nervioso de la presa y están compuestos por un combinado de hasta mil moléculas tóxicas en forma de miniproteínas denominadas péptidos. Según informan, se han identificado cerca de 2000 de estas proteínas venenosas, pero el proyecto ‘Venomics’ añadirá otras 10000 a la lista.
Todos sabemos que los venenos son mortales en potencia, pero cada toxina por separado y en dosis comedidas podría servir para el tratamiento de las cardiopatías, el dolor, el cáncer y la diabetes, entre otras afecciones. ¿Por qué no usarlos para salvar vidas de esta manera?
Además, existe constancia de la posibilidad de convertir una toxina venenosa en un fármaco: el captopril (molécula derivada del veneno de una víbora de Brasil) se emplea para tratar la hipertensión y produce un volumen de ventas de al menos 1000 millones de dólares anuales. Lógicamente es un trabajo que dará sus resultados en unos años, debido a que es un trabajo arduo y lento, pero esperanzador.
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