Este año la Academia sueca de las Ciencias ha seleccionado a la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer A. Doudna “por el desarrollo de un método para la edición del genoma” como el premio Nobel de Química 2020.
Ambas han recibido el premio por las llamadas «tijeras genéticas» (CRISPR), que han llevado, según los académicos, a las ciencias de la vida a una nueva época y, en muchos sentidos, están aportando el mayor beneficio a la humanidad. Para que os hagáis una idea, no es más que una técnica de «corte y pega» con la grandísima dificultad de hacerlo en el ADN, donde se eliminar una parte de la cadena y se reconstituye formando una nueva secuencia. Permite reescribir nuestros genes y podría llevar al tratamiento de enfermedades hereditarias hasta ahora intratables. Lo mejor es que este enorme hito científico surgió de pura casualidad.
Gracias a su descubrimiento los investigadores pueden cambiar el ADN de animales, plantas y microorganismos con una precisión extremadamente alta. Esta tecnología ha tenido un impacto revolucionario en las ciencias de la vida y está contribuyendo a nuevas terapias contra el cáncer. Es una herramienta que puede hacer realidad el sueño de curar enfermedades hereditarias.
Pueden sentirse afortunadas porque la presencia de la mujer en el Nobel de Química es mínima. Desde que se empezó a conceder el Premio Nobel de Química, allá por el año 1901, lo han ganado 186 personas, de las que sólo siete son mujeres: Marie Curie en 1911, Irène Joliot-Curie en 1935, Dorothy Crowfoot Hodgkin en 1964, Ada E. Yonath en 2009, Frances Arnold en 2018 y ahora ya en 2020 Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna.
Deja una respuesta